El día de ayer me he enterado del fallecimiento de uno de los fundadores y pilares, de la mano de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, de aquello que alguna vez fue conocido como el movimiento de la Nueva Trova Cubana, Noel Nicola.
Me causa pesar su partida, a pesar de no ser sorpresiva y de haber sido precedida de un largo padecimiento. La última vez que tuve oportunidad de verlo en vivo fue en mis regias tierras, en el marco de la "ola cubana" que representó a la pléyade del repertorio cultural de la isla en la FIL jalisciense.
Débil, cansado, frágil, así es como lo ví esa última vez par de años hace, su delgado cuerpo flotaba etéreo en la inmensidad del escenario hasta que su débil, pero expresiva, voz cantaba las primeras estrofas de "te perdono" ayudado por un trovador amigo para alcanzar la potencia de antaño.
Noel nunca fue un hombre de medios, timido ser, escondido detrás de la ilusoria proteción de la guitarra, su medio de labor, recurriendo como contenedores de su memoria a marginales y mudos testigos de hecho "un perro, la madrugada y el frío", para dejar huella viva del ósculo que le fue arrebatado "con tanta alevosía".
Noel forma parte de una sociedad en evolución, que pugnaba en la formación del hombre nuevo, Noel le cantó por su parte a la mujer nueva, a ese producto social, cultural y moral de la Revolución, fuera de las ataduras del pensamiento oscurantista, y me hizo soñar en la llegada de la "imaginaria María del Carmen" libre de prejuicios, la que se asombra con todo; pero busca respuestas, explicaciones; la que sólo sabe entregarse completa, " y si llego a encontrarte tendre de seguro que amarte y amarte".
Noel fue el amigo al que todos quisieron, la buena persona, el pensador profundo, la puerta abierta y la mano tendida, hoy lloro tu muerte, pero a partir de mañana celebraré tu vida.
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